En un año, el Estado habrá construido y puesto en explotación al menos cien gasolineras en las grandes ciudades y en las autovías de Bulgaria. Esto ha resuelto el Ejecutivo. La decisión ha suscitado comentarios tan animados como contradictorios.
Hasta ahora, el mercado de carburantes en el país se ha mantenido íntegramente en manos de compañías privadas, extranjeras para ser más exactos, predominando en este negocio varias compañías internacionales importantes. Ahora el Estado se va internando en este territorio de negocios movido por el ambicioso objetivo de convertir la flamante Compañía Petrolera Estatal en uno de los agentes básicos en el mercado mayorista y minorista de los hidrocarburos.
¿Qué hay detrás de estas intenciones y qué es lo que esperan los usuarios búlgaros de carburantes?
A nivel mundial, no son pocos los ejemplos de intervención del Estado en el comercio con combustibles para vehículos, algunos bastante desalentadores, otros mejores. Venezuela, el país de las mayores reservas de crudo se ha quedado sin gasolina por el fracaso de la petrolera estatal PDVSA. Las cosas no aparecen tan malas en algunos países de Europa, incluidos Hungría y los países del Báltico, parecidos a Bulgaria, si bien también allí la participación del Estado es minoritaria.
La decisión de que el Estado búlgaro entre en el negocio del crudo tiene su lógica y sus objetivos, aseguran sus promotores y partidarios. Se prevé que la futura compañía petrolera estatal de Bulgaria cumpla dos funciones: vender carburantes en sus gasolineras y almacenar combustibles en sus propias instalaciones de depósito, poniendo así orden en el mercado al por mayor y al por menor.
“Las intenciones son positivas y apuntan a que se consigan más competitividad, precios más bajos, mejor calidad y que el efecto sea mejor para el mercado, para los consumidores, en fin, para todo el mundo. Esto refuerza la confianza en el mercado del crudo; somos parte de este mercado, de modo que así será también mejor para nosotros”. Son frases de Andrey Delchev de la directiva de la influyente Asociación Petrolera y Gasista de Bulgaria, a la que están afiliadas todas las empresas petroleras y gasistas importantes del país.
Según Simo Simov, vicepresidente de la Junta Directiva de la Asociación de Comerciantes, Fabricantes, Importadores y Transportistas de carburantes de Bulgaria, en la última década el Estado ha ido haciendo mucho por hacer más transparente el negocio de los combustibles, y no cabe hablar ahora de un monopolio sino más bien de acción dominante de un fabricante. En este sentido, Simov ha celebrado la idea de crear almacenes que operen como sociedades comerciales, ya que esto permitiría la entrada en el mercado de nuevos agentes.
Tiene una postura mucho más crítica con respecto a los planes del Estado el experto económico y director del instituto de Economía de Mercado Krasen Stanchev, quien ha planteado el tema del coste del proyecto y de la financiación indispensable para estructurar la nueva red. ”Resultará ser una empresa muy costosa, que no redundará en el efecto pretendido, sobre todo en un año en el que mis colegas y yo prevemos un déficit de 1.150 millones de euros sólo para los sectores afectados por el estado de emergencia nacional”, ha señalado el experto.
Varios observadores del sector consideran que la habilitación de la propia red de cien gasolineras costará de 50 a 100 millones de euros, según los solares para las estaciones de servicio sean propiedad pública o privada y en función de la magnitud de las gasolineras en sí.
Sin embargo, los ministros de Economía y de Hacienda, Emil Karánikolov y Vladislav Goranov, respectivamente, no han ofrecido una respuesta concreta sobre el coste de la estructuración del circuito, de cómo sería subvencionada y qué recuperación tendría. Lo único que se han limitado a decir es que no se piensa en construir gasolineras con dinero del Presupuesto Público y que la nueva compañía petrolera podría recurrir a tomar un crédito.
La idea y el proyecto siguen siendo discutibles. Los participantes directos en el negocio con derivados del crudo y con gas afirman oficialmente que sí los aprueban, en tanto que los expertos económicos no gubernamentales estiman que se trata de una idea sin sentido que está abocada al fracaso, y resaltan que ”el retorno del Estado a un sector íntegramente privado es una etapa nueva del capitalismo estatal, que a estas alturas no sólo que está derrochando dinero, sino que se empeña en tomar las riendas de la economía”.
Las expectativas de los usuarios finales de que esto redunde en una bajada de los precios de los carburantes en Bulgaria, considerados unos de los más bajos de la Unión Europea, probablemente resulten infundadas. En opinión de los expertos, las expectativas excesivas de unos precios bajos son irreales y más bien es posible que la intervención del Estado contribuya a que se produzcan transiciones más fluidas de unos niveles más bajos a otros, más altos, de los precios al ocurrir saltos de éstos en el mercado.
Sólo el futuro podrá mostrar qué pasará con la aparición de un nuevo agente en el mercado de los carburantes para vehículos y si la intervención directa del Estado en el negocio real habrá tenido sentido o no.
Versión en español por Mijail Mijailov
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