Las buenas obras de los búlgaros de antaño, quienes llevaban a Dios en sus corazones y estaban educados con los valores patriarcales de sus padres y abuelos, trascienden por lo general su camino físico. Muchos de ellos solían compartir en vida parte de lo que habían logrado acumular, gracias a su perspicacia, inteligencia y laboriosidad, con los más necesitados. Además dedicaban sumas importantes en sus testamentos a “obras para el bien público”.
Este es el caso de Paraskeva Nikolau, un búlgaro de la ciudad marítima de Varna, cuya última voluntad condujo a la construcción de dos refugios “para los más pobres, los menesterosos y los huérfanos”: uno para curar el cuerpo y otro para curar el alma.
En la Avenida Primorski de la actual ciudad de Varna, el más importante puerto marítimo búlgaro, se yergue desde hace 150 años un edificio de piedra que atrae las miradas con su solidez y belleza. Es el primer hospital construido en Bulgaria con dinero de un benefactor: 25,000 rublos de plata, donados por Paraskeva Nikolau.
Sabemos muy poco de Nikolau –dice la Prof. Clara Dókova, de la Universidad de Medicina de Varna–.Nació en Varna a comienzos del siglo XIX, en la familia de un mercader con importantes contactos en Estambul y Odesa. El joven Nikolau heredó y amplió el comercio de su padre y más tarde se trasladó a vivir y a trabajar en Odesa, donde también se le conoce por sus actos benéficos. Por esta noble razón fue declarado ciudadano de honor de Odesa, lo que, empero, no le hizo olvidar su Varna natal.
El 30 de enero de 1858, en la presencia de un médico, un cura y varios comerciantes de Odesa, Paraskeva Nikolau firmaba su testamento. Cuatro años más tarde lo enviaba a sus albaceas para llevar a cabo su último deseo: construir un hospital “donde sean tratados enfermos pobres, huérfanos, ancianos y vesánicos”. Indicaba incluso el lugar concreto para levantar este lazareto con farmacia y casas para el galeno y los sirvientes, así como un pequeño parque para paseos cortos de los dolientes. Indicaba, asimismo, que plantas en moreras que servirían de alimento de gusanos de seda, pues las ganancias de tal actividad podrían constituir una ayuda económica para el hospital.
Paraskeva Nikolau dejaba hasta un reglamento de 24 páginas para la gestión del establecimiento sanitario. Según este documento, el médico debe poseer el título de doctor en medicina y el boticario, el de farmacéutico; el médico se obliga a entregar cada año un informe por escrito al Consejo de Dirección y “se le prohíbe recibir dinero o regalos de los pacientes”; el tratamiento de todos, sin diferencia de fe, etnia y género, es gratuito; “se admiten ancianos y dementes, vagabundos y huérfanos”. El hospital con 18 camas, 8 trabajadores sanitarios y un cura abría sus puertas en 1869, siete años después de que el benefactor, Paraskeva Nikolau, pasase a mejor vida.
El testamento de este donador más importante de la ciudad de Varna incluye también otra suma importante (50 000 rublos de plata), esta vez destinada a la construcción de una iglesia.
Una vez, mientras navegaba hacia Odesa, las olas del mar empezaron una danza mortal con el barco de Paraskeva. En medio de la borrasca el asustado navegante dirigió sus plegarias a San Nicolás el Milagrero, prometiéndole levantar un templo en su honor, si le ayudaba a salir vivo de aquel trance. Y cumplió su promesa. Encargó las obras a un conciudadano suyo, el maestro constructor Yanko Konstandi, quien más tarde construiría también la catedral de la ciudad, Asunción de la Virgen. La iglesia a San Nicolás fue levantada en once años y hoy se le conoce como uno de los mejores templos de Varna.
Paraskeva Nikolau hizo, también, otras dos obras memorables–prosigue su relato la Prof. Clara Dókova– : dejó dinero para becas de jóvenes de Varna para que estudiasen comercio y otras ciencias en Atenas. Con una de estas becas se ha graduado en Filosofía y Letras, por la Universidad de Atenas, el gran escritor y poeta griego Costas Varnalis, quien creció en Varna. Otra noble causa de Paraskeva Nikolau es el fondo destinado a “ajuares de mozas sin padres”.
La generosidad y la nobleza de este destacado comerciante de Varna no han sido olvidadas. Hoy una calle de la ciudad lleva su nombre, el antiguo hospital, construido con dinero suyo, alberga ahora una exhibición única en los Balcanes: el Museo de Historia de la Medicina, y el templo a San Nicolás sigue siendo un lugar predilecto para muchos feligreses de esa ciudad de marineros, convencidos de que pueden contar siempre con los milagros de su patrono. En el atrio de esta iglesia se puede ver el retrato iconográfico del benefactor Paraskeva Nikolau.
Versión en español de Katia Dimánova
Fotos: Biblioteca Regional "Pencho Slaveykov" de Varna y Museo de Historia de la Medicina
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