En la época del socialismo, los viajes fuera de la zona socialista eran un privilegio reservado a unos pocos. Pero había un barrio de Sofía, “Studentski Grad” (literalmente, “ciudad de los estudiantes”), que era como un pequeño Londres, y por cuyas calles se escuchaban ritmos de diferentes partes del mundo. En esos años aparecieron las primeras fiestas latinas en Bulgaria en las salas de lectura de “Studentski Grad”, como un apetecible final de semana. Con la llegada de la democracia, también se organizaron las primeros fiestas latinas de pago. Era el año 1992 o 1993, y la discoteca se llamaba "Anaconda". El propietario tenía un amigo medio cubano, Edward (en esa época los apellidos de la gente con la que uno se relacionaba eran una formalidad). Invitaron al escenario a Rodolfo Zanoni Gómez (o simplemente Zanoni) de Ecuador, quien se convertiría en el primer DJ y nombre legendario entre los aficionados latinos en Bulgaria.
Para quienes viven en un país extranjero existen dos reglas básicas: respetar las leyes y tradiciones de ese país y aportar lo mejor de su cultura. En mi caso, esto fue la música y los bailes de mi continente, dice Zanoni. En esa época eran las mejores fiestas, las más auténticas; no había el espíritu comercial de hoy. Los pasos no tenían nombres: LA, Nueva York ... Desde el principio venían muchas mujeres, a los hombres les costaba más pillar nuestra forma de bailar, pensaban que esos movimientos no eran masculinos. Y a mí me extrañaba que en las discotecas búlgaras bailaran por separado grupos de hombres y mujeres. Por entonces aquí lo que había era música disco. En América Latina se baila en parejas: el hombre invita a alguna chica, y ambos bailan y se crea una energía especial entre ellos. Poco a poco, a nuestras fiestas empezaron a venir muchos hombres que bailaban muy bien.
En el “Club 33” se organizaron las primeras clases de baile latino en Bulgaria.
Había un dentista llamado Teo, un búlgaro que había vivido en Alemania y había aprendido salsa allí. Acordamos que una hora antes de la discoteca diera clases de baile gratuitas, explica Zanoni.
Durante las fiestas marcaban el ritmo los venezolanos, los cubanos y los dominicanos. Los mejores bailarines son los de América Central, dice el DJ.
Recuerda que en el club había una mesa reservada para los diplomáticos que acudían con regularidad. En esa época tenían Embajadas en Bulgaria Perú, México, Argentina, Brasil, Venezuela, Ecuador, Colombia, Uruguay y otros, pero actualmente solo las tienen cuatro países latinoamericanos. En aquellos tiempos sin Internet, los diplomáticos proporcionaban a Zanoni música latina contemporánea. Otros discos se los traía él de Suiza, donde viajaba por trabajo.
A una de esas fiestas acudió Mihail Dimov. En 1998 crearía junto con Teo "Los doctores de la Salsa", un grupo de DJ que contrastaba con el emergente enfoque comercial de las fiestas. Se hacían llamar “Los Doctores de la Salsa” porque Teo era dentista y, según Misho, la salsa es una medicina:
Curamos con música y baile. Cuando la gente baila, cuando sonríe, cargada de emoción, eso es medicina. Siempre hemos puesto mucha música emocional, no moderna. Pero regresemos a 1995, cuando Misho visitó por primera vez el “Club 33”, y Zanoni estaba en el escenario. Me sentía como mareado. Un universo completamente nuevo se desplegó ante mí. Era una mezcla única de salsa, merengue, cumbia, música de sabor africano y grandes blues. No había tanta bachata como hoy. Había gente de Europa, América Latina, África... Pensé que no estaba en Bulgaria, recuerda Misho. Aprendíamos a bailar viendo a los latinoamericanos y preguntando. En el baile ponían más emoción que coreografía. Lo que sucedía entonces estaba mucho más cerca de lo que había en América Latina que ahora. Pero en un momento la cultura cambió; aparecieron muchas escuelas de baile, que aunaban deporte y moda. Los propios latinoamericanos ven esos bailes y se preguntan, ¿qué es eso? Parecen bailes de competición. Pero en esos tiempos no había competición alguna, había grandes fiestas y familiaridad. No era una moda, uno acudía allí por placer.
A la pregunta de por qué decidió convertirse en un DJ con música tan diferente a la cultura búlgara, Misho responde que hay dos tipos de personas: aquellas a las que les atrae lo inusual y aquellas a las que les asusta. Él se incluye en el primer tipo.
Me encanta aprender diferentes lenguajes musicales. Los aprendo como un políglota aprende idiomas. Hubo algunas canciones que me enamoraron, y a partir de ahí se me abrió el apetito, explica Misho. Lamenta que en Bulgaria y en el resto del mundo la salsa haya dado paso al regatón. Ya no hay salsa de la de antes, la que yo llamo "campesina" en el mejor sentido de la palabra, la salsa de las personas que vive con los pies en la tierra y llevan la melodía dentro de sí. Sueño con volver al sonido de antes, tipo “Buena Vista”, al respeto a la dama, que no es un instrumento acrobático. Tarde o temprano sucederá, creo que es cuestión de tiempo, dice Mihail Dimov hoy, cuando los “Los Doctores de Salsa” cumplen 20 años.
Versión en español
por Marta Ros
Fotos: Archivo personal
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