En la bahía meridional del continente Antártida se encuentra situada la isla Livingston en la cual está emplazada la base polar búlgara “San Clemente de Ohrid”. La primera expedición de exploradores búlgaros llegó a la Antártida en la primavera de 1988 sentando el principio de investigaciones científicas consecuentes del Continente Helado. Existen allá las condiciones más extremas en que un hombre se puede ver metido en todo el planeta, dice el catedrático Jristo Pimpirev, geólogo y dirigente de las expediciones piolares búlgaras. Las temperaturas en el Polo Sur son como las que se dan en Marte, es como si uno estuviera en otro planeta, agrega el estudioso. La temperatura más baja medida allá ha sido de 89 grados bajo cero pero durante el verano polar las temperaturas suelen variar de 15 a 38 grados bajos cero.
A medida que van avanzando las tecnologías, la isla Livingston se va volviendo más populosa. En las inmediaciones de la base de los expedicionarios búlgaros se encuentran situadas las de otros 7 a 8 países: España, Rusia, Uruguay, Argentina, China, entre otros. Por esto, Jristo Pimpirev suele decir que, prácticamente, Bulgaria está gobernando este continente junto con esos países.
Bulgaria es el único país de los Balcanes en contar con una base desde hace treinta años y en ella se trabaja cada año, dice el científico y agrega: Allá Bulgaria ha salido de su entorno balcánico. Juntos creamos historia y me quedé muy sorprendido cuando me entregaron la primera bandera búlgara puesta en la isla, a la que considerábamos perdida hace 30 años. En aquel año mi colega Borislav Kamenov y yo estábamos trabajando junto con geólogos británicos y dejamos una bandera en el lugar en que se construiría nuestra base. El resto de mis colegas se encontraban a bordo de un rompehielos ruso en el que iban las dos casas que sentarían los fundamentos, en 1988, de la base polar búlgara. La bandera la colocamos en la primera casa búlgara a la que posteriormente comenzamos a llamar cariñosamente “El perro cojo”, fue al mes de haberse asentado los españoles en proximidad a nuestra base.
En el año 1990, cuando los expedicionarios polares búlgaros tuvieron que interrumpir provisionalmente su actividad por los cambios políticos en Bulgaria, los españoles decidieron hacer una visita de las edificaciones en proximidad a su base. Encontraron las dos casitas vacías y mientras se iban preguntando quienes eran sus propietarios, descubrieron la enseña nacional búlgara en una grieta en el hielo y la recogieron guardándola a guisa de recuerdo. Recientemente, con motivo de la celebración de un aniversario de la primera expedición, la bandera fue enviada como obsequio a los expedicionarios búlgaros. Ha sido un gesto inédito ante el que se me han llenado de lágrimas los ojos, dice Jristo Pimpirev. Por cierto, el puesto que ocupa esta bandera está en la colección museística que hace cinco años hemos montado en el Museo Nacional de Historia en Boyana un barrio de Sofía próximo a la montaña Vitosha, ya que las investigaciones antárticas búlgaras forman parte de la historia más reciente de Bulgaria. Resulta así que nosotros los búlgaros, que no hemos tenido ni una sola bandera perdida en combate, hemos recuperado también la primera bandera que había ondeado en la primera edificación búlgara en la Antártida.
Los expedicionarios búlgaros desarrollan en la isla Livingston investigaciones valiosas para todo el orbe científico. Sus estudios se sitúan en terrenos como la geología, el cambio climático, el aumento del nivel de las aguas en mares y océanos, la actividad sísmica, los animales invertebrados, el impacto de la radiación ultravioleta en la piel humana, etc. Al margen de los valiosos hallazgos científicos, cabe decir, que la base búlgara forma una de las curiosidades de la isla por haberse conservado en aquélla la primera casita que había dado cobijo a los expedicionarios hace 30 años. “El perro cojo” que es como suelen llamarla los expedicionarios ostenta desde el año 2015 el estatuto de patrimonio histórico-cultural para el Continente Helado y esto quiere decir que debe seguir siendo conservada en su forma originaria.
“El perro cojo” es una de las edificaciones más antiguas en la isla Livingston. Tiene un área de sólo 18 metros cuadrados pero en ella habíamos habilitado dormitorios, cocina, un área de trabajo científico y otra para el ocio. Residían en esa casita 8 personas y este número ascendía, en ocasiones, a 12 y hasta 13 personas. Las expediciones polares son una novedad para la historia de nuestro país y allá todo lo hemos fabricado con nuestras manos. Por ejemplo, una mesa del barco “Mijail Somov”, buque soviético de investigaciones científicas, hacía las veces de cama y colgaba del cielorraso. Uno, para poderse acostar ahí, tenía que colarse por una abertura de 90 centímetros que se formaba entre el cielorraso y la cama. A veces teníamos que fabricarnos bancos, en otras ocasiones hacíamos lechos de tablas, en las paredes solíamos pintar mapas y cuadros para darle al recinto un aspecto más acogedor. Siguen en “El erro cojo” nuestros primeros equipos de transmisión radial con la ayuda de los cuales nos comunicábamos con nuestros colegas y familiares en Bulgaria. Así esta edificación ha conservado el espíritu de los búlgaros que en ella hemos trabajado a finales del siglo pasado en nuestras expediciones a la Antártida.
En septiembre del año en curso en el patio del Museo Nacional de Historia se colocará una maqueta de “El perro cojo”, que será una réplica exacta de la primera edificación búlgara en el Continente Helado.
Versión en español por Mijail Mijailov
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