La conservación de los monumentos culturales y del patrimonio arquitectónico y espiritual no es simplemente una obligación, sino responsabilidad de los gobernantes en cualquier parte del mundo. Incluso en países desgarrados por conflictos y guerras de larga duración, la destrucción de objetos y vestigios del pasado está perseguida por la ley, y los infractores son castigados. Sin embargo, en la Bulgaria europea la imagen es algo distinta. A menudo, mirando las escuelas, centros culturales, teatros y alas de conciertos búlgaras nos preguntamos, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Porque la cultura y la educación, que son la base de nuestra existencia como ciudadanos europeos de pleno derecho, se encuentran al límite de su supervivencia. Los fondos asignados al funcionamiento de estos dos sistemas a menudo se conceden sin una idea clara de las reformas necesarias. Por eso todo se acumula y los problemas se amontonan uno detrás de otro.
Otro ejemplo de la falta de interés por parte de las instituciones en los problemas de las instituciones culturales búlgaras es el conocido caso de finales de junio del centro cultural de la ciudad de Shipka. La noticia de que el edificio se estaba derrumbando fue difundida con ayuda de las redes sociales, y reportajes sobre el lugar mostraron que está en ese estado desde hace 24 años, ya que no está claro a quién corresponde la propiedad del edificio. Según unos es estatal, según otros, municipal. Al final se le dio estatus de monumento cultural, para poder preparar un proyecto con el que el municipio solicite una subvención para reconstruirlo. El hecho de que la sala, que cuenta con 250 asientos, sea una reproducción en miniatura del Teatro Nacional Iván Vazov asombra a mucha gente, y el nombre del arquitecto del edificio, que fue construido en 1931, se ha perdido en el olvido.
Tras las descomunales fachadas de este centro cultural, antaño operativo, en sus salas a menudo frías se siguen reuniendo jóvenes y mayores que participan en diversos grupos de aficionados y ganan un premio tras otro con su talento. Se merecen mejores condiciones para desarrollar sus actividades y mantener viva la llama del folclore y las tradiciones búlgaras. Aunque por ahora esto no es posible, no hay que perder la esperanza de que algún día la situación mejorará. Apoyan esa esperanza la fe en el bien y las causas de los búlgaros que ayudan al renacer de su patria.
Precisamente como causa se puede definir el resurgimiento de un centro cultural medio derruido en el pueblo de Tatarevo, en la provincia de Plovdiv.
Esa causa ha reunido los esfuerzos conjuntos de muchos búlgaros y extranjeros que desean cumplir el sueño de su amigo Nasko Atanasov de ver la sala llena de gente de nuevo. el primer año en que partió a estudiar Arte Dramático en EEUU estuvo contando que en su pueblo en Bulgaria había “algo como un teatro” que le gustaría restaurar.
Con ayuda de una fundación estadounidense se recaudaron los 15.000 dólares necesarios para ello.
Con la ayuda de voluntarios se pudo devolver el glamour de antaño al teatro y al escenario.
En el vestíbulo del centro cultural se ha instalado un pequeño museo con objetos y accesorios hallados en los almacenes del edificio. Con ayuda de un amigo estadounidense, Nasko consiguió grabar un reportaje. ¿Quién es el misterioso estadounidense?
Este estadounidense se llama David Roston y le estoy muy agradecido. Él fue una de las primeras personas que conocí en Los Ángeles, cuenta Nasko Atanasov. Le convencí de que viniera a Tatarevo a experimentar esta aventura con mis amigos búlgaros. Dividimos la restauración del escenario en cuatro etapas: renovación con trabajo voluntario, organización de un concierto simbólico, cine en la sala y rodaje de un documental sobre todo el proceso. La película fue recibida con gran entusiasmo por el público, ya que así pudieron ver por sí mismos en la gran pantalla el escenario donde sus amigos y familiares presentaban actuaciones y conciertos en el pasado. El estreno oficial del documental fue el pasado verano en el festival de cine “La cuarentena” de Varna.
Este año el centro cultural abrirá sus puertas el 15 de septiembre para una nueva edición del festival “Desbloquear el escenario”, organizado por Nasko para recordar que un cambio como el del centro cultural de Tatarevo es posible y solo depende de nuestro deseo de hacer algo bueno por Bulgaria.
Versión en español por Marta Ros
Fotos: Archivo personal
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