Aquellos que deseen adentrarse en su mundo misterioso deberán equiparse con calzado cómodo, superar el miedo a los espacios oscuros y estrechos y, sobre todo, dar rienda suelta a su imaginación. Solo así se puede sentir la magia de este fantástico lugar, oculto en el seno de la Cordillera de los Balcanes. Bienvenidos a la cueva de Venetsa (en español, la corona de flores o el nimbo).
La cueva se encuentra cerca del pueblo de Oreshets, en la parte nororiental de la Cordillera de los Balcanes, no lejos de las rocas de Belogradchik. Fue descubierta en el sitio que ocupaba una cantera de piedra en el año 1973, pero no fue del acceso público hasta 2015, después de haber sido investigada, cartografiada y bien acondicionada con barandillas, escalones, etc. Con ayuda de la iluminación LED de colores, la cueva cobra vida en todo su esplendor ante la mirada de los visitantes asombrados por su belleza. Por ahora se han descubierto cinco enormes cavernas, y la profundidad total de la cueva es de unos 300 metros.
Corales, cristales, estalactitas, estalagmitas, quelatos... ¡en esta cueva hay de todo! Por no hablar de que una gran parte de las formaciones son de ónice, una piedra semipreciosa. ¡Y cada sala es distinta!, explica emocionado el guía Boris Borisov, que recibe a los grupos a la entrada de la cueva.
Para penetrar en el reino subterráneo de Venetsa, el visitante curioso debe deslizarse por una abertura muy estrecha. Los escalones y las barandillas están resbaladizos, ya que la humedad es de alrededor del 90 %. Por ello esta experiencia no está recomendada para personas con dificultades físicas. Por lo demás, lo que se descubre ante la vista merece el esfuerzo.
A pesar de estar bajo tierra, los visitantes tienen la sensación de encontrarse viendo un documental de National Geographic sobre la creación del Universo, o alguna película de Hollywood sobre formas de vida extraterrestres. Aquello que rezuma colores ocre y violeta oscuro difuminados, ¿no semeja una enorme medusa venenosa que se deja llevar, ingrávida, sobre el telón de fondo de un exquisito templo budista?
Cerca se vislumbran los contornos azulados oscuros de una Virgen María rezando, cuya silueta se hunde lentamente en la oscuridad, antes de volver a verse de nuevo, esta vez iluminada en dorado por los focos.
Y al fondo destacan las siluetas multicolores de nebulosas galácticas, de monstruos con los ojos abiertos de par en par y chicas llorando. Cada uno ve lo que su imaginación dibuja en la penumbra de la cueva. Las formaciones tienen nombres oficiales, como Cabeza de Pelícano, Lámpara de Noche, Tulipán o La Mano de Dios.
Aquí hay formaciones que no existen en otros lugares. Por ejemplo, se pueden ver estalactitas que crecen de lado. En otras cuevas la mayoría de ellas son cónicas. Éste es un fenómeno natural excepcionalmente raro, se enorgullece Bori Borisov.
La cueva Venetsa cuenta con otro atractivo más: los que cuidan de la cueva afirman que alberga la mayor formación espeleológica de Bulgaria. La mayor estalactita de Bulgaria, con un diámetro de seis metros, se encuentra en la cueva Magura, al noroeste del país, y en Venetsa tenemos una columna geológica de 25 metros, toda de ónice, dice con orgullo el guía, y explica cómo, cuando descubrieron la cueva en los años 70, estaba desierta, pero ahora ya tiene su propia fauna. Antes no había murciélagos, ya que la cueva estaba sellada, pero cuando la abrimos para habilitar los senderos a ella se instalaron nueve murciélagos, que ahora suman ya 25. En las profundidades de las salas se arrastran diminutos representantes de los llamados "troglobite Collembola" (insectos cavernícolas).
La iluminación de la cueva Venetsa, que ha costado 40.000 euros, es obra de un arquitecto israelí. Aunque el sistema ha fallado dos veces debido a tormentas eléctricas, añade Bori Borisov. El paseo por la cueva Venetsa dura aproximadamente una hora. El horario es desde las 9 hasta las 17 horas, y el lunes cerramos.
Este artículo ha sido elaborado con la cooperación del proyecto "Por los Balcanes y la gente" y WWF Bulgaria.
Versión en español por Marta Ros
Fotos: Veneta Nikolova
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