Cuatro meses ha durado la agonía del Banco Comercial Corporativo (Corpbanc), considerado no hace mucho una de las perlas de la corona financiera del país. Tras dolorosos y contradictorios movimientos, excusas y explicaciones “poco convincentes”, el Banco Nacional de Bulgaria (BNB) por fin se animó o simplemente se vio obligado a reconocer el fracaso del Corpbanc, al que se llegó no sin su tácita y miedosa complicidad, y retiró su licencia. Los resultados de la auditoría del banco, hechos públicos hace una semana, mostraron una situación dramática que la ambición del Banco Central, de eventuales inversores o del Parlamento de sanearlo o reestructurarlo se evaporó.
De aquí en adelante empezarán penosos procedimientos judiciales para declarar la quiebra del Banco Comercial Corporativo. Se harán muchos esfuerzos para que los inspectores vendan los activos bancarios. Los clientes que perdieron su dinero intentarán compensar los daños; se iniciarán unos lentos procedimientos burocráticos para devolver el dinero a los titulares de depósitos de hasta 100 000 euros, garantizados por ley.
Ante todo, es necesario que el actual gobernador del Banco Nacional, Iván Iskrov, sea cambiado porque muchos le acusan de haber actuado de forma caótica en una situación de crisis. Lo más importante, sin embrago, es pagar el enorme precio por el desplome del gigante bancario y por la actividad criminal de su accionista mayoritario, Tsvetan Vasilev. Este precio no hay quien lo pague, salvo el Estado, mediante una nueva deuda pública, y decir el Estado, es decir el pueblo búlgaro, o sea, todos los contribuyentes.
Hasta principios del verano de 2014, todas las instituciones responsables, incluso el independiente y reputado Banco Nacional de Bulgaria, que gozaba de gran autoridad, aseguraban con regularidad al público búlgaro e internacional que seguían con cautela y competencia los procesos en el sector bancario, que controlaban rigurosamente trece bancos en Bulgaria, que la Banca Búlgara estaba en orden absoluto y que el negocio bancario estaba en auge. Sin ningún perjuicio y llevados por las tranquilizantes palabras de los banqueros que acariciaban el oído, los ciudadanos búlgaros depositaban sus humildes ahorros en los diferentes bancos y el valor total de los depósitos llegó a los impresionantes 20 mil millones de euros. Gran parte de esos ahorros fueron a parar en las cajas del Banco Comercial Corporativo que ofrecía a sus clientes las más altas tasas de interés. Debido a ello y a su importante presencia en el sector público, el banco ocupó el cuarto lugar en la clasificación de las instituciones bancarias de Bulgaria. Resultó que decenas y centenares de administraciones públicas y un sinfín de empresas, organizaciones y entidades eran clientes justamente de este banco y tenían en sus cuentas enormes cantidades de dinero.
Con la expansión financiera del Banco Comercial Corporativo fue creciendo también el imperio controlado por Tsvetan Vasilev, accionista mayoritario unipersonal de la institución. Se desplegaron los tentáculos políticos de su grupo económico. Poco a poco, sin ruido innecesario y tal vez bajo la mirada benévola de influyentes fuerzas políticas, resultó que, de forma directa o a través de empresas fantasmas, bajo el control del potente banquero, habían resultado ser el productor y comerciante de tabaco y productos tabacaleros más importante del país, una de las tres mayores compañías de telecomunicación de Bulgaria, la cadena de hipermercados tecnológicos más amplia y una lista de periódicos, televisiones, un banco y un largo etcétera. Todo ello aseguró al grupo muchos partidarios y amigos y, al mismo tiempo, muchos enemigos. En las diferentes etapas del auge del imperio de Tsvetan Vasilev se escucharon acusaciones, se mencionaban transacciones dudosas, se hablaba de relaciones directas entre Vasilev y lobbies políticos de mucha influencia. Parece que aquellos ataques, rumores e insinuaciones fueron percibidos por el propietario del conglomerado financiero, industrial y mediático a través del prisma de la frase “soy demasiado grande para caer”, es decir que Vasilev percibía como intocables los cimientos de su estructura empresarial.
El momento crucial fue la ruptura de las relaciones entre el banquero Tsvetan Vasilev y su socio político, Delian Peevski. Se desconoce la causa de esta ruptura. Sin embrago, es un hecho que ese momento fue crucial para que se ablandaran los pies de arcilla del imperio de Vasilev. Simplemente resultó que, incluso en Bulgaria con su sistema político y judicial nada perfectos y corrupción ampliamente divulgada, el matrimonio entre el gran negocio y la gran política produce un resultado desastroso. Si hay algo positivo en la muerte de un banco son la enseñanza y la lección que hemos aprendido de su historia para que no se repitan los mismos errores en el futuro.
Versión en español por Vesela Petrova
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