Kristina Nikólova nació en Bulgaria en una familia de cineastas. Su madre es docente en la Academia Nacional de Arte Teatral y Cinematográfico y su padre es camarógrafo. A pesar de las premisas en su familia no tomó el camino del séptimo arte sino que se fue a estudiar economía en los EE.UU. A los 17 años de edad, el primer paso de Kristina en la gran aventura norteamericana fue la Universidad de Chicago. Sin embargo, muy pronto cayó en la cuenta de que ser señora de los números no era lo suyo y cambió de especialidad dedicándose al cine. Reconoce que al principio le fue muy difícil porque no tenía Skype ni dinero para el teléfono y no se comunicaba con su familia durante días. Llegó a sentirse como una huérfana abandonada en el otro extremo del mundo.

Al graduarse, se fue de Chicago a Los Ángeles. Una semana más tarde la contrataron como fotógrafa en un proyecto cinematográfico de bajo presupuesto. En los años siguientes hizo de todo: desde el manejo de la cámara, pasando por la realización del montaje y la dirección hasta la producción.

Poco a poco iba aumentando el número de sus amigos que optaban por rodar sus películas en Bulgaria: por ser mucho más barato y por la eficacia excepcional de los profesionales del cine en este país. Kristina los acompañaba para ayudarlos. Además, fue camarógrafo principal de dos documentales búlgaros, titulados La muerte y todo el camino de vuelta y Modus vivendi. Su mamá, empero, insistió en que siguiera sus estudios en los EE.UU. haciendo un master, y Kristina le obedeció.

“Postulé a un máster en tres centros académicos –cuenta Kristina Nikólova– : en la Escuela de Cine Tisch de la Universidad de Nueva York, en la especialidad de Dirección Cinematográfica, en la Universidad de Columbia: en la especialidad de Producción, y también en la de Cinematografía en el American Film Institute. Fui aprobada en todos ellos pero elegí estudiar dirección cinematográfica en Nueva York. Fue mi mejor decisión. Pasé cinco años en esa y aprendí mucho”.

Kristina escribió el guión de su largometraje debut, Fe, amor y whiskey, una película muy personal que versa sobre las decisiones que toma una mujer en su vida, sobre el dilema interno de cada uno: qué camino escoger, el del corazón o el de la seguridad material, el que supone un futuro emocionante o el garantizado desde el punto de vista económico.

“La mayoría de los debutantes recurren a sus experiencias más íntimas, yo hice lo mismo –explica Kristina– . Quería contar mis vivencias de cuando regresaba a Bulgaria cada verano, contar sobre los amigos y los amores que he dejado. La película es tal vez un intento de asumir el hecho de que soy emigrante”. La cinta en sí, empero, no es una historia de emigrantes sino de amor, dice, categórica, la autora.

La película, rodada en Bulgaria y en los EE.UU, tiene un rico historial festivalero y varios premios, entre éstos la Rosa de Oro para debut del festival cinematográfico de Varna en 2012, el Gran Premio del Festival Internacional de Cine de Dallas, una distinción para ópera prima del Festival Internacional New Filmmakers Forum Emerging Filmmaker Award, el premio a la Mejor Película Europea de la 29ª edición del Festival Internacional de Películas de Amor en Mons, Bélgica. En 2013, en el Festival de Cine Internacional Baja, en Los Cabos, México, el filme Fe, amor y whiskey obtuvo un diploma especial. Actualmente, Kristina Nikólova está trabajando en el guión de su siguiente largometraje.

Versión en español por Daniela Radíchkova